Gracias por el dolor Señor porque sin él no te habría encontrado

Gracias por el dolor Señor porque sin él no te habría encontrado

Gracias por el dolor Señor porque sin él no te habría encontrado.

Jeremías 29:13 “Y me buscarás y me encontrarás, cuando me busques con todo tu corazón.”

El dolor es algo bueno; nos hace conscientes de que hay un problema. Yo creo que Dios nos da la capacidad de sentir dolor para decirnos que algo está mal y necesita nuestra atención.

Yo nunca tuve una voz cuando era más joven; en vez de eso, reprimí todos mis sentimientos desde el momento en el que era una niña muy pequeña hasta los últimos años de la edad de los 20 años y principios de los treinta. Fue durante ese tiempo que mi salud estaba decayendo y estaba experimentando todo tipo de dolor en mis coyunturas y en la espalda baja, fatiga y depresión. Los doctores pensaban que tenía la enfermedad de Lyme, así que comenzaron a darme antibióticos.

Al no mejorar, ellos aumentaron mi dosis al doble, lo cual me provocó un envenenamiento por antibióticos. Por esta dosis alta, mi presión sanguínea bajó y también mi temperatura corporal. Me sentía terrible. Solamente necesitaba un alivio. Yo creo que Dios usó mis problemas de salud para obtener mi atención.

Estaba teniendo una crisis emocional también. Todo lo que me había guardado a lo largo de vida estaba desbordándose y no tenía control de mi enojo y mi ira. Me sentía avergonzada y culpable después de mis crisis por todas las cosas que hacía y decía. Pateaba las ventanas y golpeaba las paredes con el puño. Rechinaba los dientes y gruñía. Daba miedo ver esa escena, especialmente a mis hijos. Estaba fuera de control.

Estaba tan quebrantada y apenas podía sobrellevar el día. Estaba cansada de llevar la máscara y de fingir. Solamente quería ser amada y aceptada por quien yo era.

Por mi miedo al rechazo y al abandono, tenía miedo de quitarme la máscara y de abrirme y ser vulnerable, pero llevar la máscara puesta se volvió cada vez más difícil y cansado.

Ya no fingiría más que mi vida era perfecta cuando en realidad se estaba derrumbando.

En el pasado había usado drogas, alcohol, promiscuidad, cigarros, compras, cualquier cosa para ayudarme a lidiar con el dolor. Yo necesitaba algo o alguien para que se llevara mi dolor porque esas cosas ya no me servían.

 

Me estaba cansando de despertar en el piso del baño después de una noche de bebida y pensaba, “No quiero que mis hijos piensen que esto está bien.” Necesitaba ayuda, desesperadamente.

 

Nunca aprendí a comunicarme correctamente en mi hogar de origen. Como resultado, guardaba y reprimía mis sentimientos de dolor y decepción. Ni siquiera podía pedir lo que necesitaba.

Todo ese dolor de no ser escuchada y no tener una voz fue un gran peso para mí.

Permitieron que otros me manipularan, abusaran de mí y controlaran mi vida. Yo creía que no valía como persona porque si valiera, las personas me hubieran tratado de manera diferente. Yo reconocí que permití esa conducta enfermiza porque no tenía límites y no me amaba ni me respetaba a mí misma.

¿Cómo podía esperar que otros me trataran con amor, bondad y respeto cuando en el fondo yo creía que merecía ser abusada, especialmente después de mi aborto?

Finalmente llegué al final de mí misma y estaba dispuesta a darle a Dios una oportunidad.

Sabía que estaba arruinando mi vida y realmente no tenía nada qué perder. Era justo después de la Navidad de 1993. Estaba pintando el dormitorio de mi hija y escuché un mensaje acerca de Sara y Abraham. El Espíritu Santo comenzó a moverme y me dio la audacia para ir y hablar con mi esposo. Bajé las escaleras y dije “¿A qué hora comienza la iglesia mañana?” Pensé que él se iba a caer del sillón.

“9:30”, contestó.

“Me gustaría ir a la iglesia contigo mañana.”

“Genial; necesitamos salir alrededor de las 9:00.”

“Bien. Estaré lista.”

En ese momento, estábamos asistiendo a dos iglesias por separado los domingos: los niños y yo íbamos a una iglesia y mi esposo a otra. Pero las cosas estaban a punto de cambiar, radicalmente.

¡Ese domingo de enero de 1994, por primera vez, escuché que Jesús murió en la cruz por mis pecados!” Me impresionó. Nunca había escuchado una prédica así.

 

Dentro de 4 semanas, entregué mi vida a Jesús, confesé mis pecados y recibí el don del perdón que Dios da gratuitamente a todos los que claman a Él.

El 6 de febrero de 1994 nací de nuevo.

Fue el día más dulce y más hermoso de mi vida.

Finalmente, encontré a alguien que podía llevarse mi dolor, mi vergüenza, mi culpa y mi pecado. Qué hermoso Salvador.

 

Blessings,

Toni

Mi máscara de perfección (Toni Weisz)

Mi máscara de perfección (Toni Weisz)

Mi máscara de perfección

por toni Weisz

Desde que era pequeña, no usé mi voz y me escondí en el fondo para pasar desapercibida. Como resultado, me convertí en lo que la gente quería que fuera. Me etiquetaron, “la buena, la callada.” Tenía miedo a ser rechazada, así que me dediqué a complacer a los demás. Creí la mentira de que, si era perfecta, me amarían. Ahí fue cuando empecé a llevar puesta la máscara.

Mi necesidad de amor y aceptación causó que escondiera partes de mí misma. Solamente mostraba los lados buenos para que la gente me amara. Entonces, cuando tenía 12 años, empecé a tomar a hurtadillas el whiskey del gabinete de licor de mis padres. Ahora, realmente me estaba escondiendo. No quería que mis padres se enteraran. Ellos eran muy estrictos conmigo por ser la mayor y no quería que se enojaran conmigo o se decepcionaran de mí.

Conforme crecía, mis pecados eran más y más graves y mis secretos se volvían más y más grandes, así que me aislé aún más y escondí todo. Mi máscara se transformó conforme crecía. De niña aspiraba a la perfección. Era una estudiante buena, una atleta buena y una niña buena en general. Cuando no estaba trabajando, sacaba provecho de un estilo de vida de alcohol, drogas y sexo. Cuando estaba en casa, seguía siendo la buena, pero en la preparatoria estaba juntándome con los que fumaban y se drogaban.

En ese momento, el complacer a la gente regía mi vida. A lo único a lo que aspiraba era a los elogios de los demás y a tener un lugar en el cual encajara y me sintiera segura pero no lo encontraría por mucho tiempo. Honestamente, perdí mi propia identidad porque quería encajar con los demás. Ya no sabía lo que me gustaba o lo que quería hacer porque me convertí en un camaleón y cambiaba dependiendo del grupo con el que estaba. Había perdido mi propia identidad aspirando a complacer a los demás.

Sentía que no me amaban y que estaba perdida. La bebida y el uso de drogas estaba fuera de control. Era una bomba a punto de estallar. Me odiaba a mí misma y me sentía tan deprimida. Batallaba para mantener todo en orden. Cuando supe que estaba embarazada, como una estudiante universitaria de 21 años de edad, entré en pánico. Este embarazo no encajaba en la narrativa que estaba dejando que mis padres vieran. No era la buena y la callada. Estaba haciendo cosas muy impías, pecaminosas y destructivas y ahora iba a terminar con la vida de mi bebé.

¿Cómo terminé aquí? Toda mi vida era una mentira. Tendría un aborto y actuaría como si todo estuviera bien. Pero no todo estaba bien. Después de este evento traumático, estaba más deprimida que antes, lloraba todo el tiempo y bebía más. El odio hacia mí misma y los pensamientos suicidas estaban ahora atormentándome continuamente. Solamente quería morir para que ese tormento terminara. Era demasiado difícil mantener esta fachada. Lentamente mi máscara se agrietaba y tenía tanto miedo a quedar al descubierto. Todos mis pecados y mentiras se desbordarían. Tenía miedo.

A principios de mis treinta años tuve un colapso físico y emocional. No podía funcionar de manera normal para nada. Me acostaba en el sillón por semanas enteras. Todos los años de bloqueo y mentiras y todo el dolor al que me había aferrado toda mi vida comenzaba a desbordarse. Era como un volcán andante, derramando cenizas incandescentes en quien se Translated by: Monica Medina metiera en mi camino. Estaba extremadamente sensible. Sentía que no podía ver a nadie a los ojos porque si lo hacía no podría dejar de llorar.

Lentamente comencé a reconocer que necesitaba ayuda. Necesitaba a alguien que me amara, me acepta y me sanara. Necesitaba un Salvador. Entonces, el 2 de enero de 1994, escuché el evangelio por primera vez. En cuatro semanas le di mi corazón a Jesús, confesé mis pecados, me alejé de mis caminos antiguos y me volví a Dios. Estoy por llegar al XXVI aniversario de mi salvación y es el día más dulce de mi vida. Es el día que finalmente entregué mi vida a Dios y le permití que sanara mi cuerpo quebrantado, mi corazón quebrantado y mi quebrantada mente. Él me transformó en la mujer que Él creó: una mujer amorosa, segura y llena de gozo y paz. He sido adoptada en la familia de Dios; soy aceptada y finalmente amada. Me siento segura de ser yo. Puedo quitarme la máscara ahora porque finalmente estoy en casa.

¿Traes puesta una máscara?

¿Qué aspecto tiene tu máscara?

¿Tienes el valor de quitarle la máscara y ser auténtica?

Oro para que Dios te sane, que te llenes de Su amor y que tengas el valor de quitarte tu máscara.

Bendiciones,

Toni

 

 

 

La historia de mi aborto

La historia de mi aborto

La historia de mi aborto

Por Toni Weisz

 

Estaba conmocionada y escéptica cuando fui a una clínica para mujeres cerca de la universidad a la que asistía en Ohio. Se me había atrasado mi periodo pero nunca esperaba escuchar las palabras, “Estás embarazada.” No sabía qué hacer primero: gritar, llorar, o escapar. Sin embargo, sí sabía que no podía decírselo a mis padres. Yo era “la callada” de la familia. Si les decía que estaba embarazada, la máscara que yo había creado y había llevado puesta por los últimos nueve años se caería y se destruiría. El Señor sabe que mantuve puesta la máscara hasta los 50 años pero esa es una historia para otra ocasión.

Era Acción de Gracias, 1980. Como la mayoría de los estudiantes universitarios, fui a casa a visitar a mi familia para las fiestas. Estar en casa en Acción de Gracias era siempre muy ocupado. Mi hermano era una de las estrellas del equipo de fútbol de la preparatoria local, así que por supuesto que asistimos al gran juego. A todos nos encantaba ver jugar a mi hermano.

Mientras que algunos de nosotros estábamos reunidos en la cocina ese día de Acción de Gracias, mi mamá preguntó, “¿Adivina quién está embarazada?” Sostuve la respiración por unos cuantos segundos, el corazón acelerado. No tenía idea de cómo podía haberse enterado. De nueva cuenta, yo creía que mi mamá tenía ojos detrás de la cabeza; era sorprendente de cuánto se podía enterar. Todavía sosteniendo la respiración, continuó la conversación. Mamá respondió a la pregunta que había hecho y dijo, “Tu tía Kathy.” La tía Kathy estaba parada en la cocina con nosotros durante el anuncio de mamá, así que la besé en la mejilla y la felicité. Estuvo cerca, demasiado cerca. Necesitaba hacer algo con respecto a mi embarazo, y lo haría cuando volviera a la escuela.

La noche antes de mi aborto planeado, bebí y usé drogas fuertes. Para la hora de mi cita tenía una resaca terrible. Conforme manejaba yo sola a la clínica pensaba, “Esto es una locura. ¿Qué estoy pensando? Debí haberle pedido a alguien que me trajera.” Claramente, en ese momento, no estaba pensando mucho.

Cuando llegué a la clínica, que era de muy alto nivel, me preguntaron si había comido algo. “Sí”, respondí. La mujer que estaba detrás del mostrador dijo, “No puedes recibir este procedimiento hoy porque comiste algo.” Yo estaba tan desanimada. Le pregunté a la mujer si estaba segura. Ella respondió de la misma forma y agregó que, debido a las políticas de la clínica, no se me permitiría tener mi aborto ese día. No podía creerlo. Fue a principios de diciembre, entrado mi segundo trimestre.

Conduciendo de regreso a casa, la ciudad estaba desierta. Eran las 7:30 a. m. un sábado, así que no había nadie en la carretera. Me sentí tan sola y ahora desesperada. Verdaderamente había estropeado las cosas esta vez. No podía tener este bebé.

Para empezar, creía que mi hijo tendría deformaciones graves por las fuertes drogas, el alcohol y el tabaquismo que estaba consumiendo. Además de eso, no podía dejar que mis padres supieran que estaba embarazada fuera del matrimonio. En cuanto al padre de mi bebé, bueno, él no tuvo mucho que opinar acerca de la situación. Básicamente, dejó que yo tomara la decisión por mi propia cuenta.

Decidí hacer otra cita, esta vez en una clínica en el centro de la ciudad. Probablemente puedes adivinar que no era tan linda como la clínica anterior, pero esta vez estaba preparada y no comí nada antes del procedimiento. La fecha era el 10 de diciembre de 1980. Fue un día muy triste en mi vida, uno que siempre recordaré.

Hasta entonces, mi pasado estaba cubierto con escombros de relaciones enfermizas y de complacer a la gente. Por años sufrí en silencio, sintiendo que nadie me amaba, rechazada, e indigna de amor por esa razón. Como si eso no fuera suficiente, estaba a punto de arrojarme de cabeza y lanzarme en una desesperación profunda, oscura. La depresión, la soledad, los pensamientos suicidas y los ataques de llanto incontrolable se convirtieron en mi vida.

Si hubiera podido frenarme de tomar esa decisión a los 21 años, lo hubiera hecho sin pensarlo. Fue una de las peores decisiones que he tomado. Como resultado de esta herida del aborto, continúo tomando malas decisiones intentando encubrir mis pecados.

Entretanto, Jesús me miraba, llorando por mí. Él sabía el camino destructivo por el que yo continuaría por muchos años y Su corazón se quebró junto con el mío el día que yo aborté a mi precioso, bebito.

Ahora tengo 59 años. Me volví una creyente nacida de nuevo en Jesucristo a los 34 años de edad. Comencé el viaje de recuperación de mi aborto el 11 de septiembre de 2006.

He dedicado mi vida, mis recursos, mi tiempo y mi energía a la recuperación y sanación tras el aborto, para mí misma y para otras mujeres.

¡Esta es mi historia y Dios la ha usado para mi bien y para Su gloria! Estoy tan agradecida por la misericordia de Jesús en mí, Su perdón de mis pecados y por limpiarme de toda mi maldad. ¡Soy una nueva creatura en Cristo; lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! (2 Corintios, 5:17)

Tengo una vida nueva, un propósito nuevo y una nueva canción todo por Jesús, mi precioso Salvador.

Estás en un lugar seguro, Querida. Mi equipo y yo estamos listas para caminar contigo en este camino de sanación.

Bendiciones,

Toni

Freedom in Christ

Freedom in Christ

John 8: 31-32, 34-36

Then Jesus said to those Jews who believed Him. “If you abide in My word, you are my disciples indeed. And you shall know the truth and the truth shall make you free.” Jesus answered them, “Most assuredly, I say to you, whoever commits sin is a slave of sin. And a slave does not abide in the house forever, but a son abides forever. Therefore, if the Son makes you free, you shall be free indeed.”

Galatians 5:1 Stand fast therefore in the liberty by which Christ has made us free, and do not be entangled again with a yoke of bondage.

Quote from Ravi Zaccharias, “Sin will take you farther than you want to go, keep you longer than you want to stay, and cost you more than you want to pay.”

We were all born with a sin nature, because of Adam and Eve’s fall in the garden, when Eve took the fruit and ate it and gave it to her husband to eat also, that’s when sin entered into the world. Sin is destructive and we are all servants to sin. Because of our sin nature we are proud, selfish, liars, disobedient, drunkards, and murderers, etc. We do not have the ability to stop this destructive cycle until we meet the only one who has never sinned, His name is Jesus our Savior and Redeemer.

What does freedom in Christ mean? Freedom in Christ means I no longer belong to Satan and I am no longer a slave to sin, doing things that are ungodly. I have a new nature, the Bible says when I confess and repent (turn) of my sins and believe in my heart that Jesus is the Son of God, that I am born again. I am now born of the Spirit of God. I am adopted into God’s family. When I become born again the Holy Spirit now indwells me. I now have the ability with the help of the Holy Spirit to make good God glorifying decisions.

Jesus’s death on the cross paid my sin debt, He was my propitiation, my substitute, He paid the penalty for all my sins and the sins of the whole world when He died on the cross 2000 years ago. Because of His death for me, I am now blameless before God, my sins have been covered by the blood of the Lamb, all God sees is Christ righteousness. God rescued me from the clutches of the devil, who once held me captive, and placed me in the palm of His hand. I now belong to God.

As a believer in Jesus I have freedom from the Great White Throne judgment, which is for those who do not know Jesus as their personal Savior. There is a literal place called hell that was created for the devil and his angels. It grieves the Father that any one will be in hell. This is the reason I am sharing this with you today, it is God’s desire that no one should perish but all have eternal life, I am giving you this information now so if you are unsure of your relationship with Jesus now is the time to get that secured. I am available to talk, please email me at arwsg4u2@gmail.com, and we will discuss this further so you can know for sure you have eternal life and that when you die you will be in heaven with Jesus.

If you are a believer you stand before the judgement seat of Christ, the Bema Seat, you are judged based upon things done on earth good or bad. You will receive rewards or you will have rewards taken away. You are guaranteed a home in heaven forever. A place where there is no more sorrow or death or crying, where God will wipe away the tears from our eyes.

I have freedom to live my life in a new way. Instead of being selfish and prideful I am a servant of God, I am His hands and feet in this world, to minister His love, grace, and compassion to all around me. I am now more concerned for others needs than my own. The least I can do is serve Him for what He has done for me. I have a new life, a new purpose, a new family and a home in heaven when I die. I also we see my sweet Joseph my son who I aborted 40 years ago. What a sweet day that will be, I can’t wait to kiss my son’s cheek and to hug his neck.

 

Discussion Questions

Have you ever confessed and repented (turned away) from your sins to God and do you believe that Jesus is the sinless Lamb of God that died on the cross for your sins?

If you are unsure of your relationship with Jesus, please email me so we can talk in greater detail.

 

God Bless you,

Toni

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Our Heavenly Father’s Heart

Our Heavenly Father’s Heart

Luke 15:10-24

Many have called this “The Running Father” instead of “The Prodigal Son” because it’s the actions of the father in these Scriptures that give a glimpse into the very heart of God our heavenly Father. First, we see the father is looking for his son and spots him afar off. I can imagine every day, the father looking to the horizon for a glimpse of his son returning home. And every day losing hope that he would return.

Let’s put ourselves in the shoes of the prodigal son. Didn’t we run away from the homes that God had given us to explore the world with riotous living? All the while our heavenly Father was watching and looking for us to return home to Him. How it must have broken His heart to see the destructive ungodly choices we made. And yet, He loves us with an everlasting love and yearns for us to come home to Him. (Jeremiah 31:3b-c)

In addition, a man during this time in history would never been seen in public running through town. (which would have required him to girt up his loins by tucking his robe into his belt). I read that the son could be banned from the town or humiliated publicly, because he dishonored his father and their town with his sinful actions. This likely would have been another reason why the father ran to his son; he wanted to protect him from the humiliation and judgement of others.

Can we see how God sent His Son to die for us so we could be set free from the judgment we deserved because of all our sins? I love the correlation between the prodigal son’s father and our heavenly Father. Jesus became sin for us (2 Corinthians 5:21a) and was naked and beaten, was crucified, and died for us. He was humiliated and tortured for me and you. When I think of what Jesus did on the cross for me, I am overwhelmed with gratitude because I know I don’t deserve it, but I humbly receive this precious gift of salvation that cost God the most precious thing He had, His Son.

Lastly, we too were once dead in our trespasses and sins against God, (Ephesians 2:1b), but when we confessed our sins, like the prodigal son, we were welcomed into the family of God. There was a celebration in heaven the day you received Christ as your Savior (Luke 15:10). God has clothed you in a beautiful white robe (Revelation 7:9) and put a ring on your finger and has adopted you into His Holy Family (Romans 8:15b-c). One day we’ll all be together for the great feast in heaven, the marriage supper of the Lamb (Revelation 19:9). Hallelujah, Thank you Jesus!!

Thank you, Father, for the gift of adoption into your family. I am no longer an orphan, a stranger, an outcast, I am yours forever.

What is your relationship with your earthly father like?

Do you see God as a good and kind Father?

Do you truly know how much you are loved by God?

If you are not sure, just look to the cross where Jesus died, that’s how much God loves you He gave His Son.

 

Blessings,

Toni