La historia de mi aborto

Por Toni Weisz

 

Estaba conmocionada y escéptica cuando fui a una clínica para mujeres cerca de la universidad a la que asistía en Ohio. Se me había atrasado mi periodo pero nunca esperaba escuchar las palabras, “Estás embarazada.” No sabía qué hacer primero: gritar, llorar, o escapar. Sin embargo, sí sabía que no podía decírselo a mis padres. Yo era “la callada” de la familia. Si les decía que estaba embarazada, la máscara que yo había creado y había llevado puesta por los últimos nueve años se caería y se destruiría. El Señor sabe que mantuve puesta la máscara hasta los 50 años pero esa es una historia para otra ocasión.

Era Acción de Gracias, 1980. Como la mayoría de los estudiantes universitarios, fui a casa a visitar a mi familia para las fiestas. Estar en casa en Acción de Gracias era siempre muy ocupado. Mi hermano era una de las estrellas del equipo de fútbol de la preparatoria local, así que por supuesto que asistimos al gran juego. A todos nos encantaba ver jugar a mi hermano.

Mientras que algunos de nosotros estábamos reunidos en la cocina ese día de Acción de Gracias, mi mamá preguntó, “¿Adivina quién está embarazada?” Sostuve la respiración por unos cuantos segundos, el corazón acelerado. No tenía idea de cómo podía haberse enterado. De nueva cuenta, yo creía que mi mamá tenía ojos detrás de la cabeza; era sorprendente de cuánto se podía enterar. Todavía sosteniendo la respiración, continuó la conversación. Mamá respondió a la pregunta que había hecho y dijo, “Tu tía Kathy.” La tía Kathy estaba parada en la cocina con nosotros durante el anuncio de mamá, así que la besé en la mejilla y la felicité. Estuvo cerca, demasiado cerca. Necesitaba hacer algo con respecto a mi embarazo, y lo haría cuando volviera a la escuela.

La noche antes de mi aborto planeado, bebí y usé drogas fuertes. Para la hora de mi cita tenía una resaca terrible. Conforme manejaba yo sola a la clínica pensaba, “Esto es una locura. ¿Qué estoy pensando? Debí haberle pedido a alguien que me trajera.” Claramente, en ese momento, no estaba pensando mucho.

Cuando llegué a la clínica, que era de muy alto nivel, me preguntaron si había comido algo. “Sí”, respondí. La mujer que estaba detrás del mostrador dijo, “No puedes recibir este procedimiento hoy porque comiste algo.” Yo estaba tan desanimada. Le pregunté a la mujer si estaba segura. Ella respondió de la misma forma y agregó que, debido a las políticas de la clínica, no se me permitiría tener mi aborto ese día. No podía creerlo. Fue a principios de diciembre, entrado mi segundo trimestre.

Conduciendo de regreso a casa, la ciudad estaba desierta. Eran las 7:30 a. m. un sábado, así que no había nadie en la carretera. Me sentí tan sola y ahora desesperada. Verdaderamente había estropeado las cosas esta vez. No podía tener este bebé.

Para empezar, creía que mi hijo tendría deformaciones graves por las fuertes drogas, el alcohol y el tabaquismo que estaba consumiendo. Además de eso, no podía dejar que mis padres supieran que estaba embarazada fuera del matrimonio. En cuanto al padre de mi bebé, bueno, él no tuvo mucho que opinar acerca de la situación. Básicamente, dejó que yo tomara la decisión por mi propia cuenta.

Decidí hacer otra cita, esta vez en una clínica en el centro de la ciudad. Probablemente puedes adivinar que no era tan linda como la clínica anterior, pero esta vez estaba preparada y no comí nada antes del procedimiento. La fecha era el 10 de diciembre de 1980. Fue un día muy triste en mi vida, uno que siempre recordaré.

Hasta entonces, mi pasado estaba cubierto con escombros de relaciones enfermizas y de complacer a la gente. Por años sufrí en silencio, sintiendo que nadie me amaba, rechazada, e indigna de amor por esa razón. Como si eso no fuera suficiente, estaba a punto de arrojarme de cabeza y lanzarme en una desesperación profunda, oscura. La depresión, la soledad, los pensamientos suicidas y los ataques de llanto incontrolable se convirtieron en mi vida.

Si hubiera podido frenarme de tomar esa decisión a los 21 años, lo hubiera hecho sin pensarlo. Fue una de las peores decisiones que he tomado. Como resultado de esta herida del aborto, continúo tomando malas decisiones intentando encubrir mis pecados.

Entretanto, Jesús me miraba, llorando por mí. Él sabía el camino destructivo por el que yo continuaría por muchos años y Su corazón se quebró junto con el mío el día que yo aborté a mi precioso, bebito.

Ahora tengo 59 años. Me volví una creyente nacida de nuevo en Jesucristo a los 34 años de edad. Comencé el viaje de recuperación de mi aborto el 11 de septiembre de 2006.

He dedicado mi vida, mis recursos, mi tiempo y mi energía a la recuperación y sanación tras el aborto, para mí misma y para otras mujeres.

¡Esta es mi historia y Dios la ha usado para mi bien y para Su gloria! Estoy tan agradecida por la misericordia de Jesús en mí, Su perdón de mis pecados y por limpiarme de toda mi maldad. ¡Soy una nueva creatura en Cristo; lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! (2 Corintios, 5:17)

Tengo una vida nueva, un propósito nuevo y una nueva canción todo por Jesús, mi precioso Salvador.

Estás en un lugar seguro, Querida. Mi equipo y yo estamos listas para caminar contigo en este camino de sanación.

Bendiciones,

Toni